lunes, 7 de mayo de 2007

Tarde

TARDE

Todo nuevo y gran dolor engendra una nueva escritura. Y acá estoy, otra vez sentada enfrente del teclado plasmando en un papel los dolores de mi vida.

Es una tarde muy fría y soleada de otoño, pero al mirar al cielo, lo veo completamente gris, bajo y espeso como si fuera a tragarme. Tengo más frío en el alma que el que hace afuera. Tengo un frío de esos que nunca nadie desea ni con el más insoportable verano. Y acá estoy, otra vez, como si hubiera decidido caprichosamente repetir exactamente los pasos que caminé en octubre del año pasado. Siento que en lugar de avanzar estoy retrocediendo a una velocidad que jamás alcancé. Y acá estoy, otra vez llorando por haber llegado tarde. Suelo ser muy puntual con mi reloj, pero siempre llego tarde a todas y cada una de las citas de mi vida. Que triste me siento escribiendo esto por no tener a quien decírselo. No tengo un oído normal que me escuche. Tal vez soy yo que no quiero decirlo, por dolor o por orgullo. Tengo ganas de gritar, de insultar, de pegar. Pero no hago nada, como siempre. Y cuando lo hago, está fuera de lugar y eso se llama desubicarse.

Siento que traté de ser yo misma y eso no resultó. ¡Mierda! ¿Cómo tengo que ser? Me temo que voy a adoptar la ridícula práctica de pedir un protocolo a cada persona que le intereso para saber qué quiere de mí o cómo quiere que yo sea. Pero tampoco sería bonito. Sería aburrido y también doloroso. Sería muy caro el vacío.

Me muero de dolor y la gente que me rodea no se da cuenta. Recibo palabras triviales, frases hechas que parecen sacarlos del paso en este momento. Nadie toma en cuenta que siento dolor, que me quiero morir y que no sé para donde salir corriendo. Me quiero morir para intentar renacer. Quiero ser otra persona, pero para eso debería nacer otra vez y no es posible por desgracia.

Tengo ganas de tomarme unas vacaciones de este mundo desde hace un par de semanas. El cielo se ha estado oscureciendo cada vez más, pero no rompe en tormenta nunca. Es una agonía constante, un brote que no crece, algo que no se pudre.

Quiero ser alguien. Me veo como un adorno que es acomodado según el ánimo del decorador que me elige. Pero pareciera que me eligen siempre los decoradores indecisos o quizá se engañan al comprarme y resulto ser otro objeto, ya no tan objeto porque tardo, pero demuestro que tengo algo de vida y eso es lo que hace cambiar el ánimo del decorador. Cuando trato de acomodarme donde yo quiero, se me descarta porque no cumplo sus reglas, rompo con su estética y desarmonizo su paisaje. Automáticamente, me descarta para elegir otro objeto. Pero ya es tarde. Me acostumbré al decorador, a sus estados de ánimo y casi a su criterio. Pero, ya dije: es tarde. Siempre llego tarde.

Tengo ganas de morirme y ver qué pasa cuando no estoy. Creo en las almas y quisiera, desde la mía, verlos y reírme o llorar más que acá abajo, para ver realmente quienes eran los auténticos y quienes me engañaron siempre. Pero soy tan cobarde y tan estúpida que probablemente llegue tarde a mi propio suicidio. Hay que ser muy valiente para suicidarse. Muy valiente. Creo yo soy lo suficientemente valiente para suicidarme y también lo suficientemente cobarde como para arrepentirme. Seguramente también llegaré tarde a mi arrepentimiento y ya no habrá vuelta atrás. Tarde como siempre en todo.

Tarde... es tarde ya para pensar por qué demonios no hice algunas cosas, por qué desobedecí tantas otras y por qué siempre creí que podría haber personas que se interesaran en mí como yo en ellas.

Es muy tarde para gritar en la cara de quien lo merezca las cosas que no susurré cuando debí. Y ahora tengo ganas de gritarles, pero es tarde. Creo que hay cosas en la vida que no pueden revertirse y una de ellas es nuestra propia naturaleza. En este caso la mía es llegar tarde, reaccionar tarde, expresar tarde, sentir tarde y arrepentirme tarde.

Sólo hay un lugar al que no voy a llegar tarde.

Abril 29, 2001.


*Esto lo escribí allá lejos... ahí está la fecha, pero es tan vigente como hoy... Tal vez el hoy sea menos literario que aquel inmaduro abril de 2001.



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